El Altar de Pérgamo
"Y esta masa de piedra que servía al culto de los aristócratas sobre una mezcla de pueblos ligada a la tierra, ¿se ha convertido ahora en un valor libre en sí mismo, que pertenece a cualquiera que los contempla? Ciertamente eran figuras de depurado linaje las que aquí pisoteaban a bárbaros seres monstruosos, y no habían sido eternizados aquellos que hacían funcionar los molinos, herrerías y manufacturas allá abajo, en las callejuelas de la ciudad, los que trabajaban en los mercados, los talleres, los astilleros del puerto; y además el santuario sobre el monte a trescientos metros de altura, en el amurallado recinto de los almacenes, cuarteles, baños, teatros, edificios administrativos y palacios del clan gobernante, sólo era accesible para el pueblo en los días de fiesta; ciertamente sólo los nombres de algunos de los maestros han perdurado, Menecrates, Dionisades, Orestes, y no los nombres de aquellos que trasladaron los dibujos a los sillares, y que fijaron con compás y broca los puntos de corte, y que llenos de ingenio artístico habían tallado algunos nervios y cabelleras, y nada recordaba a los esclavos que desgajaron el mármol y cargaron con los grandes bloques hasta los carros de bueyes. Y aun así, el friso no solamente redundaba en la gloria de los que estaban cercanos a los dioses, sino también la de aquéllos, cuya fuerza aún se encontraba oculta, pues ellos tampoco eran ignorantes, ellos no se querían dejar esclavizar eternamente: ya al término de la construcción se alzaron, bajo el mando de Aristonico, contra los señores de la ciudad, porque la representación del vuelo de los dioses y de la destrucción del peligro inminente no expresaba la lucha entre el bien y el mal, sino la lucha de clases."
2 comentarios
B. -
N. -
Es curioso que éstos se ocupan de analizar a aquéllos, antes que admirarse a sí mismos.