La Memoria, el futuro
Estas historias son las del celebrado abuelo Cebolleta: golpe de Estado de 1936, intervención de las potencias fascistas, aislamiento de las "democracias" occidentales, derrota militar, exilio, Resistencia y Maquis contra los nazis, Campos de Exterminio alemanes, Guerrilla. Y es un pasado que no se analiza, porque de él no se pretende hacer la base para un proyecto social de convivencia distinto, alternativo. Es un pasado para las conmemoraciones, pero en la distancia. Es el homenaje a los ancianos que lucharon, que resistieron, que fueron encarcelados, que sufrieron tortura, pero que ya no son entendidos sino como reliquia de un pasado-pasado porque, ahora, las cosas serían distintas. ¿Distintas?
Daría la impresión de que todo ese sufrimiento ha sido en balde porque, misteriosamente, hemos llegado a un punto de convivencia, de desarrollismo tolerante, en el que ni el Partido Popular se siente incómodo conmemorando a las víctimas del nazismo. Eso está bien, pero tal vez eso mismo indicaría que se trata más de una escenificación que de un cambio (una revolución, en el lenguaje de los antiguos).
Sería una especie de "M-80" de la política, que nos recuerda un pasado de la forma más amable y menos histórica posible. Un pasado romántico, reinventado, conservador, contrarrevolucionario, en el que derechas y socialdemocracias están plenamente a gusto, pendientes sólo de la amenaza de los extremos de derecha y de izquierda que, como ellos dicen "se tocan, de puro extremosos que son".
Y una mierda.
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