Si EX POr mascota...
El ladrido del ladrillo: símbolo espiritual de Zaragoza
Dejad que los niños, las niñas, se acerquen al engendro-mascota, que detrás irán sin duda los padres, y las madres, que son los que y las que tienen la cartera de las perras. Que, además, le pongan nombre, a ser posible, "Pili", que eso es participación, democracia, y así todo queda en house (la Casa Grande no es el Servet: es la basílica-catedral). Como todas las mascotas, cumplirá la función socio-económica para la que está programada. Por eso, tal vez un ladrillo, que no gota, sí que popularizaría aún más el evento: símbolo de Zaragoza, de Broto, y de Kyoto. De cualesquiera que sean los pagos que se miren, vamos. El ladrillo, y los ladrilleros, que son también los que se pillan pisos como inversión, que es de los pocos sectores productivos (las armas son otro), que tienen garantizado el porcentaje siempre. Y estos inversionistas son vecinos de escalera, las más de las veces, que no hace falta que vivan en el Barrio de Salamanca de Zaragoza.
Ladrillo, o gota que no colma vaso alguno.
Ladrillo, dinero, especulación, burguesía (clase media, vamos), pero con nombres y apellidos.
3 comentarios
Anónimo -
Los duendecillos habrán sido.
Por cierto, que los espías que leéis los diálogos, bien podíais regalar una intervención; y más en este tema cercano del día a día, año a año, expo a expo. Que la expo es universal, no nos olvidemos. Hoy especulo en Zaragoza y mañana la iglesia dirá, que no Dios... y joe con él, que ya podía asomar la cabeza aunque sólo fuera para decir que se fue y no piensa volver.
Elvira -
Porque las otras posibilidades estarían en romper con rabia cualquier peluche ladrillil, o bien hacerlo arenilla para dar forma a otros nuevos pedazos de barro algo improvisados; que encajarán o no, pero al menos la intentona cambiona queda como recuerdo de la inconsciente osadía juvenil.
Elvira -
Porque las otras posibilidades estarían en romper con rabia cualquier peluche ladrillil, o bien hacerlo arenilla para dar forma a otros nuevos pedazos de barro algo improvisados; que encajarán o no, pero al menos la intentona cambiona queda como recuerdo de la inconsciente osadia juvenil.